En abril de 2025 habrá una devaluación del peso. No es una hipótesis ni una advertencia, es un hecho. La única duda es cómo se ejecutará: si será una suba brusca del dólar oficial, si se implementará un esquema de bandas cambiarias o si se liberará la cotización para que el mercado haga su trabajo. En cualquier caso, el impacto será el mismo: más inflación, más ajuste y menos poder de compra para la mayoría de los argentinos.
El gobierno y el FMI ya tienen trazado el plan. No es la primera vez que ocurre. En 2018 se decía que el Fondo no podía prestarle a Macri 57.000 millones de dólares sin aval del Congreso, pero igual lo hizo. Ahora, la historia se repite: una nueva entrega de soberanía a cambio de unos miles de millones más.
El BCRA en la cuerda floja
Mientras tanto, el Banco Central sigue quemando reservas para evitar que el dólar se dispare antes de tiempo. La estrategia es clara: aguantar lo más posible para que el golpe cambiario ocurra cuando el gobierno lo decida y no cuando el mercado lo imponga. Pero el margen se achica día a día.
El objetivo es llegar a las elecciones con una economía lo menos desordenada posible. Para eso, la receta es la misma de siempre: ajuste, recesión y salarios a la baja. La gran pregunta no es si habrá devaluación, sino cuánto de su impacto podrá contener el gobierno antes de que se traslade a los precios.