La icónica prisión de Alcatraz, cerrada en 1963 y convertida desde entonces en una popular atracción turística en la bahía de San Francisco, podría volver a alojar reclusos. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció a través de su red Truth Social que ordenó al Buró de Prisiones, el Departamento de Justicia, el FBI y el Departamento de Seguridad Nacional reconstruir y reabrir una versión ampliada del penal para albergar a “los delincuentes más despiadados y violentos del país”.
“¡Reconstruyan y abran Alcatraz!”, escribió el mandatario el domingo por la noche, reactivando un símbolo que marcó la historia carcelaria estadounidense.
Un giro punitivo en su segundo mandato
La iniciativa forma parte de un endurecimiento generalizado de las políticas de seguridad impulsadas por Trump en esta segunda gestión. En los últimos meses firmó órdenes que promueven sentencias extremas, la pena de muerte, aumentan los poderes policiales y apuntan directamente contra mujeres trans encarceladas. Su gobierno también ha sido acusado de vulnerar el debido proceso legal en el marco de una campaña masiva de deportaciones, que incluye tanto a inmigrantes indocumentados como a personas con residencia legal en EE.UU.
En abril, durante una reunión con el presidente salvadoreño Nayib Bukele, Trump llegó a insinuar que estaría “de acuerdo” con deportar ciudadanos estadounidenses a El Salvador. Y en enero ordenó abrir un centro de detención en Guantánamo para alojar a “los peores criminales extranjeros”.
“Cuando éramos una nación más seria, no dudábamos en encerrar a los más peligrosos. Eso es lo que debe volver a pasar”, justificó Trump.
La historia de Alcatraz: de fortaleza militar a prisión de máxima seguridad
La isla de Alcatraz fue originalmente territorio del pueblo originario Ohlone y recibió su nombre en 1775 por un oficial español que confundió pelícanos con alcatraces. Tras la guerra entre México y Estados Unidos, se transformó en una fortaleza militar y luego en prisión militar, alojando incluso a simpatizantes confederados y miembros de pueblos originarios Hopi que resistían los decretos de tierras.
En 1933, el Departamento de Justicia la convirtió en penitenciaría federal de máxima seguridad, en un intento por contener el crimen organizado. Su ubicación aislada, rodeada de corrientes heladas, la volvía prácticamente inescapable. Durante sus 29 años de funcionamiento, 36 hombres intentaron fugarse en 14 intentos distintos; la mayoría murió o fue recapturada.
Pero en 1963, el penal fue clausurado por los altos costos operativos: mantener Alcatraz costaba tres veces más que cualquier otra cárcel federal.
Entre la leyenda y el marketing político
Desde 1972, la isla es administrada por el Servicio de Parques Nacionales (NPS) y recibe más de un millón de visitantes por año. Su historia inspiró películas como Birdman of Alcatraz (1962), Escape from Alcatraz (1979, con Clint Eastwood) y The Rock (1996, con Sean Connery y Nicolas Cage).
La propuesta de Trump generó escepticismo. La ex presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, la calificó de “no seria”. Y voceros del Buró de Prisiones admitieron que cumplirán con las órdenes presidenciales, aunque sin aclarar cómo se llevaría a cabo la reapertura, considerando que la isla es propiedad del NPS, organismo afectado por recortes presupuestarios del propio Trump.
¿Una medida concreta o un gesto de campaña?
Al ser consultado por la prensa, Trump reconoció que la idea surgió como respuesta a lo que denomina “jueces radicalizados que quieren dar juicio a cada persona en situación irregular”. “Alcatraz es un símbolo de ley y orden”, afirmó. “Tiene una historia bastante importante, francamente”.
Más allá de su viabilidad real, la reapertura de Alcatraz aparece como un potente mensaje en el marco de su agenda electoral, centrada en el control migratorio y la mano dura contra el delito.
