Miles de personas se movilizaron este sábado por las calles de Budapest en una nueva edición del Pride, en abierto desafío a las crecientes restricciones impuestas por el gobierno del primer ministro húngaro, Viktor Orban. A pesar de las amenazas legales y una reciente ley que prohíbe manifestaciones consideradas “promoción de la homosexualidad”, los organizadores estimaron que más de 200.000 personas participaron de la marcha, convirtiéndola en una de las más multitudinarias de la historia del país.
La convocatoria, que fue organizada en conjunto con el gobierno municipal de Budapest, liderado por el opositor liberal Gergely Karácsony, tuvo un carácter claramente político y social. En un clima de tensión creciente, la policía había advertido que los asistentes podrían ser multados con hasta 500 euros, e incluso identificados mediante tecnología de reconocimiento facial. Para los organizadores, las penas podrían alcanzar hasta un año de prisión.
Orban, en declaraciones a la radio estatal, intentó restar dramatismo a posibles enfrentamientos y sostuvo que “en Hungría no nos lastimamos entre nosotros”, aunque remarcó que “habrá consecuencias legales” para quienes violen la ley.
A pesar del hostigamiento estatal, el evento fue acompañado por figuras políticas de peso a nivel europeo. La comisaria de Igualdad de la Unión Europea, Hadja Lahbib, se mostró junto al intendente Karácsony y publicó una imagen frente a una bandera arcoíris. “La marcha será un símbolo poderoso de la fortaleza de la sociedad civil”, escribió en la red X (ex Twitter). También se hicieron presentes decenas de eurodiputados, entre ellos la finlandesa Li Andersson, quien enfatizó que la movilización “no es sólo sobre el orgullo LGBTQ+, sino sobre los derechos fundamentales de todos”.
Desde el oficialismo, Orban insistió en que no se trata de un ataque a las libertades individuales, sino de defender los valores familiares. Sin embargo, voces críticas aseguran que el gobierno utiliza ese argumento como pretexto para criminalizar la diversidad.
Una de las manifestantes, Luca, de 34 años, participó acompañada por su madre y expresó su preocupación por el futuro de su hija de cuatro años: “Vivimos en un país donde no podrá amar libremente a quien quiera. Por eso estamos acá”.
Otro asistente, Barnabás, de 22 años, explicó que no forma parte de la comunidad LGBTQ+, pero que marchó en solidaridad: “Sé lo que se siente ser invisible y tratado como un paria. En el campo, donde crecí, hay mucha homofobia. Por eso esto es importante”.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, había solicitado formalmente al gobierno húngaro que no bloqueara la marcha. La respuesta de Orban fue tajante: le pidió “abstenerse de interferir en los asuntos de seguridad interna” de un país miembro de la UE.
La marcha del Pride en Budapest, lejos de amedrentarse ante las amenazas, se convirtió en una contundente expresión de resistencia social frente a políticas que muchos consideran autoritarias y discriminatorias. En tiempos de retroceso en derechos en varios países europeos, la masiva participación fue un claro mensaje a favor de la libertad, la igualdad y la diversidad.