El 13 de abril de 1993, entre las 20 y las 23.30, más de 100 tornados azotaron la provincia de Buenos Aires. Siete muertos, más de cien heridos y una franja de destrucción de más de 4.000 km². El evento fue noticia mundial y aún hoy se estudia por su magnitud.
Hace exactamente 32 años, la provincia de Buenos Aires vivió una de las noches más estremecedoras de su historia climática. El martes 13 de abril de 1993, entre las 20:00 y las 23:30, una línea de tormentas severas generó más de 100 tornados de intensidad F1 a F3, arrasando campos, pueblos y rutas a lo largo de más de 4.000 kilómetros cuadrados.
La zona más afectada se ubicó en el centro-este de la provincia, especialmente en los alrededores de Las Flores, Rauch, Azul, Tandil, Saladillo y General Belgrano, aunque las consecuencias se sintieron hasta en localidades como Dolores y Castelli. La imagen que acompaña esta nota, tomada de un análisis posterior del Servicio Meteorológico Nacional, muestra el recorrido de los tornados y el desplazamiento de la tormenta con marcas horarias precisas.
“Fue como si el cielo se abriera y empezara a girar todo. El viento levantaba cosas enormes, había silos volando”, recuerda aún hoy un vecino de Rauch que vivió el fenómeno en carne propia.
El saldo fue trágico: al menos 7 personas murieron, más de 100 resultaron heridas y cientos de viviendas rurales fueron destruidas. Hubo animales muertos, árboles arrancados de raíz y vehículos volcados por la fuerza del viento. En algunos campos, los cultivos quedaron completamente arrasados.
Para los meteorólogos, el evento fue histórico. “Fue una supercélula de libro. Con características similares a las que se ven en el medio oeste de Estados Unidos, pero en territorio bonaerense”, explicaron expertos del SMN años después. La intensidad, duración y cantidad de tornados registrados lo convirtieron en la mayor oleada de tornados jamás registrada en el hemisferio sur.
El fenómeno fue tan impactante que tuvo repercusión en medios internacionales como The New York Times y BBC News, que destacaron la rareza del evento y su brutal poder destructivo.
Treinta y dos años después, la noche del 13 de abril de 1993 sigue siendo recordada como una advertencia de lo que puede generar la combinación explosiva de humedad, calor y vientos en capas altas de la atmósfera.
Fuente: TIEMPO AMBA