Los vecinos de la Zona Sur están cansados. La inseguridad ya no es una sensación, es una realidad que se repite todos los días. Robos a cualquier hora, violencia dentro de las casas, amenazas, extorsión y ahora, denuncias de intentos de secuestro de menores. La ausencia del Estado es total y la gente vive con miedo.
En la avenida Estados Unidos y la rotonda, donde funcionan dos cervecerías, el problema del estacionamiento se convirtió en una pesadilla. Los “trapitos” exigen desde 10.000 pesos para dejar un auto en la calle. Si alguien se niega a pagar, el vehículo puede aparecer rayado o con algún daño. Y si no hay lugar, los conductores ocupan directamente las veredas de los vecinos, sin que nadie haga nada para evitarlo.
Pero esto es solo una parte del problema. En los barrios del sur de la ciudad, como Alfar, la delincuencia dejó de limitarse a arrebatos en la calle: ahora, los robos se dan dentro de las casas, incluso con las familias adentro.
Robos violentos y barrios sitiados por el miedo
Desde diciembre, los robos en viviendas aumentaron de manera alarmante. Primero fueron autos, baterías y neumáticos. Pero en enero, la situación se volvió mucho más grave: grupos de delincuentes armados empezaron a meterse en las casas, incluso con sus dueños adentro.
“Nos ataron y nos tuvieron horas dentro de nuestra propia casa”, cuenta un vecino que todavía no puede creer lo que pasó. “Revolvieron todo, buscaban plata, joyas… Se llevaron lo que quisieron”.
Los testimonios se repiten. En otro caso, una mujer mayor fue sorprendida dentro de su casa y obligada a permanecer allí mientras los ladrones rompían todo en busca de dinero. Casos como estos ya no sorprenden en la zona. En algunas cuadras, varias casas fueron asaltadas en un mismo mes.
“Vivimos con miedo. Nos cambió la vida”, dicen los vecinos, que buscan protegerse como pueden. Muchos instalaron alarmas y rejas, pero ni eso parece ser suficiente.
Intentos de secuestro: el nuevo temor
En las últimas semanas, comenzaron a circular denuncias sobre intentos de secuestro de menores. Aunque todavía no hay información clara, el miedo entre las familias crece. Padres y madres están en alerta máxima y, en algunos casos, han cambiado sus rutinas por temor a que sus hijos sean víctimas de esta nueva modalidad delictiva.
Vecinos organizados, autoridades ausentes
Ante la falta de respuestas, los vecinos intentan cuidarse entre ellos. Se organizan en grupos de WhatsApp, se avisan sobre movimientos sospechosos, intentan encontrar soluciones por su cuenta. Algunos están evaluando instalar alarmas comunitarias, pero todos coinciden en lo mismo: hace falta presencia policial.
Hoy, en algunas zonas del sur, hay un solo patrullero para cubrir una enorme extensión de terreno. Y eso, simplemente, no alcanza.
