Cecilia Rossetto es una de esas artistas que no se limita a brillar por su talento, sino que también se erige como una voz crítica y reflexiva frente a la realidad que nos rodea. Su carrera como humorista y cantante es, sin dudas, impresionante, pero lo que la hace realmente especial es su capacidad para mirar más allá de la superficie, enfrentándose a las dificultades del país con una mirada que, lejos de conformarse, sigue cuestionando y luchando por un cambio.
En una charla reciente en Radio 10 Mar del Plata, Rossetto no dudó en tocar un tema que es complicado para muchos artistas: la falta de apoyo a la cultura en la agenda política del país. “El cine, la música, el teatro… todo eso ha sido visto por mucho tiempo como algo secundario. Como un adorno más que como una herramienta para generar conciencia. Y eso es un reflejo de cómo se ha tratado a la cultura a lo largo de los años”, decía con firmeza, sin esconder su frustración.
Aunque esta crítica no es algo nuevo, hoy cobra una relevancia aún mayor, cuando parece que la política cultural sigue sin escuchar las necesidades reales de los artistas. Para Rossetto, el arte no es solo una forma de expresión, sino también una forma de resistencia. En un contexto donde la cultura es vista por muchos como un bien de consumo, ella cree que los artistas tienen una misión aún más grande: usar su creatividad como una herramienta para abrir los ojos de quienes los rodean.
La reflexión de Rossetto no se limita solo al presente. Su mirada hacia el pasado, particularmente durante la dictadura, muestra cómo el humor y la música se convirtieron en una forma de subvertir la realidad, de resistir a la censura y de reclamar un espacio para aquellos que no se conformaban con la imposición de un único relato oficial. “Durante aquellos años, no solo luchábamos contra la represión, sino también contra un sistema cultural que trataba de imponernos su propia visión de lo que debía ser el arte. El humor y la música eran refugios, una manera de subvertir la realidad de manera sutil pero profunda”, recuerda.
Hoy, aún con una democracia más consolidada, Cecilia sigue sintiendo la necesidad de levantar la voz. Su crítica a la política cultural no es solo contra los gobiernos de turno, sino contra todo un sistema que, más allá de los cambios de administración, sigue dejando a los artistas a la deriva, sin un verdadero respaldo. La falta de políticas culturales efectivas para fomentar el desarrollo del cine, la música y el teatro sigue siendo una realidad que pesa sobre los hombros de los artistas, que muchas veces se ven obligados a caminar solos en la lucha por su espacio.
Cecilia Rossetto es el ejemplo claro de cómo el humor, la música y la crítica pueden ir de la mano, manteniendo viva una mirada rebelde y desafiante hacia un sistema que sigue desoyendo las voces de quienes buscan transformar la realidad desde el arte.
