La Ruta Nacional 226, en el tramo que une Mar del Plata con Balcarce, está en un estado de deterioro total y no hay manera de negarlo. Los pastizales crecen sin control, taponean la señalización y avanzan sobre las banquinas, reduciendo la visibilidad y aumentando el riesgo en un corredor clave para la economía local, el turismo y la vida cotidiana de miles de personas.
Y si salís a ver la situación con tus propios ojos, no hay forma de negarlo: carteles completamente cubiertos de vegetación, accesos que se identifican a último momento, sectores donde la banquina prácticamente desapareció bajo el pasto seco y zonas donde la maleza roza el borde del asfalto. En días de lluvia o neblina, la situación se vuelve crítica.
Pero todavía hay un riesgo adicional que no se puede pasar por alto: la posibilidad de incendios. Con tanta vegetación alta y seca acumulada al costado de la carretera, una chispa —por mínima que sea— puede desatar un fuego que se propague rápidamente.
Un dato central es que el Gobierno nacional inició el proceso de privatización de Corredores Viales S.A., la empresa estatal que gestiona este corredor. Mientras avanza ese procedimiento, la firma sigue operando bajo una intervención que no resuelve el mantenimiento, lo que ya genera quejas en distintos tramos por la falta de tareas básicas como cortar pastos, limpiar banquinas y renovar la señalización.
La situación es evidente para cualquiera que circule: la 226 está abandonada. No se trata solo de una cuestión estética, sino de un problema grave de seguridad vial que afecta a una región que depende de esta ruta todos los días.
Restituir la señalización, despejar la vegetación y recuperar las banquinas no puede esperar a que avance una licitación. El mantenimiento esencial es urgente. Mientras los pastizales siguen ganando terreno, el riesgo aumenta kilómetro a kilómetro entre Mar del Plata y Balcarce.











