Especialistas en ludopatía y usuarios de plataformas de apuestas señalan los riesgos del patrocinio; los datos de un estudio de Unicef son contundentes.
Muchos de los docentes y directivos de las 26 instituciones que componen la Red de Colegios Maristas de la Argentina no veían a los chicos apostar, pero sí notaban las consecuencias.
“Teníamos casos de estudiantes con problemas de conducta porque se les hacían insoportables las deudas. Nos empezaron a llegar avisos de alumnos diciendo: ‘Tal chico no está comiendo porque se juega la plata’. Y al mismo tiempo nos aparecían alertas del sistema de seguridad de nuestra red de internet, que prohíbe el ingreso a sitios de apuestas. Las alertas nos mostraban la cantidad de chicos intentando entrar a estas páginas, muchos más de los que hubiéramos imaginado”, detalla Marcelo De Brito, director general de este conglomerado educativo, donde hoy se aplica a nivel curricular una guía sobre las ciberapuestas y sus consecuencias.
Especialistas en ludopatía y usuarios de plataformas de apuestas consultados por LA NACIÓN advierten sobre el peligro del patrocinio del juego online, tanto en su versión legal como ilegal. “Abren TikTok o Instagram, prenden la tele, miran un partido de fútbol, y en todos lados les aparecen publicidades de apuestas de fútbol”, sostiene el psicólogo Bruno Gobelli, quien además de ser orientador escolar trabaja hace 15 años en uno de los centros de atención a jugadores compulsivos de la provincia de Buenos Aires.
Los anuncios y spots publicitarios de las casas de ciberapuestas son un tema candente puertas adentro del Congreso, donde existe un proyecto de ley con media sanción que busca restringirlos. La iniciativa fue aprobada en noviembre de 2024 en la Cámara de Diputados, pero aún no fue tratada en el Senado, donde la temática genera fuertes discusiones. Si no se trata antes del 30 de noviembre próximo, el proyecto perderá estado parlamentario.
Números y alertas
Las apuestas online son un fenómeno relativamente nuevo en el ámbito futbolístico. Según quienes conocen el rubro, estas plataformas desembarcaron progresivamente en la última década, al principio sin marco regulatorio, y empezaron a masificarse hace aproximadamente tres años.
Las primeras licencias para operar plataformas de juego en línea fueron otorgadas por los gobiernos de la provincia de Buenos Aires y de la Ciudad de Buenos Aires en 2019. Hoy, de acuerdo con la Asociación de Loterías Estatales Argentinas (ALEA), todas las jurisdicciones del país cuentan con regulación activa del juego online. Cada provincia otorga a determinadas empresas licencias para operar virtualmente en su territorio.
En paralelo, funcionan en el país plataformas sin licencia —es decir, ilegales— que, según la ALEA, en su mayoría no cumplen con la restricción de ingreso para menores de edad ni con otras condiciones exigidas a las que operan legalmente.
En los últimos años, mientras se multiplicaban las páginas de ciberapuestas, organizaciones educativas llegaron a describir los celulares de los alumnos como “casinos en miniatura”. Y hoy ocurre algo que hasta hace poco era impensado: detrás de cada partido de fútbol hay miles de jóvenes y adolescentes apostando desde sus celulares y computadoras, ya sea en el sillón de sus casas, en un baño o incluso desde un aula. Muchos apuestan, incluso, sin conocer a los equipos que están jugando.
Frente a este fenómeno, en 2025, por primera vez, la encuesta nacional Kids Online, de Unicef, incluyó una nueva categoría de preguntas para medir la incidencia del mundo de las apuestas en la vida de los niños y adolescentes argentinos.
Los resultados mostraron que 1 de cada 4 adolescentes de entre 12 y 17 años apuesta o ha apostado en línea (24%), lo que equivale a más de medio millón de chicos a nivel nacional.
El estudio señala que este tipo de conductas, que son consideradas de riesgo para los menores de edad, involucran mayormente a los adolescentes varones. Entre ellos, el 32% afirmó haber apostado alguna vez, frente a un 15% de las mujeres.
Los juegos de azar deportivos están cada vez más presentes en las juntadas entre amigos, cuentan los chicos. “Generalmente somos cuatro o cinco; a veces llegamos a ser siete. Mientras vemos algún partido, le jugamos a algún equipo”, cuenta Esteban, un universitario de 19 años que vive en Pilar junto a su familia. Empezó a apostar en el último año de colegio, cuando tenía 17 años. Dice que, tanto para él como para la mayoría de sus conocidos, el juego es meramente recreativo, aunque sabe que puede llegar a ser más que eso: uno de sus amigos desarrolló problemas de ludopatía, y actualmente está siendo tratado por profesionales.












