Un ataque aéreo israelí en la capital de Qatar dejó al menos seis muertos y puso en jaque las negociaciones de paz. Entre las víctimas hay familiares de dirigentes de Hamás y un miembro de la seguridad qatarí.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, asumió públicamente la responsabilidad del bombardeo y lo calificó como un golpe “quirúrgico” contra quienes considera responsables de la masacre del 7 de octubre de 2023.
Hamás confirmó que su equipo negociador en Doha fue blanco del ataque, aunque sus principales representantes sobrevivieron. Sin embargo, advirtió que el hecho demuestra que Israel “no tiene interés en alcanzar un acuerdo de paz”.
Qatar, que desde hace meses cumple un rol central como mediador, denunció una “flagrante violación de su soberanía” y advirtió que se reserva el derecho de responder. El primer ministro catarí calificó el ataque como “criminal” y pidió a la región reaccionar frente a lo que consideró una “agresión bárbara”.
El episodio también incomodó a Estados Unidos: la Casa Blanca admitió que fue notificada por Israel minutos antes de la operación, pero se desligó de cualquier participación. Donald Trump afirmó que el ataque fue una decisión exclusiva de Netanyahu, aunque reconoció que el hecho podría complicar la estrategia de paz impulsada por Washington.
La ONU, Francia, Reino Unido, Arabia Saudita e Irán, entre otros actores internacionales, repudiaron la ofensiva israelí en territorio qatarí. El secretario general António Guterres habló de una “grave violación de la soberanía de Qatar” y advirtió que la escalada amenaza con desbaratar cualquier posibilidad de cese al fuego en Gaza.
En este nuevo escenario, Doha —que buscaba consolidarse como “la Suiza de Medio Oriente”— ve ahora debilitado su rol como anfitrión de las conversaciones, mientras el futuro de las negociaciones entre Israel y Hamás queda en suspenso.
