El exarquero falleció este domingo a los 80 años, tras más de dos meses de internación en el Hospital Pirovano. Horas antes, su familia tomó la difícil decisión de desconectarlo del respirador mecánico.
Dueño de una personalidad inigualable, Hugo Orlando Gatti fue mucho más que un arquero: fue un símbolo, un showman, un adelantado para su época. Con su estilo excéntrico y su inolvidable look de vincha y pelo largo, marcó a generaciones de hinchas y colegas.
Creador de “La de Dios” —su famosa tapada de rodillas con el pecho y los brazos abiertos en los mano a mano—, Gatti dejó una huella imborrable tanto en Boca como en River, los dos gigantes que defendió, además de Atlanta, Gimnasia de La Plata y Unión de Santa Fe.
Su carrera se extendió durante más de dos décadas: debutó en 1962 con Atlanta y colgó los guantes recién en 1988, con 44 años. Jugó 765 partidos en Primera División, un récord todavía vigente, y atajò 26 penales, marca que comparte con Ubaldo Fillol.
Pero fue en Boca Juniors donde se convirtió en ídolo indiscutido: defendió el arco xeneize en 417 partidos y ganó títulos clave como el Metropolitano 1976 y 1981, el Nacional 1976, las Copas Libertadores de 1977 y 1978 y la Intercontinental 1977, donde Boca venció al Borussia Monchengladbach.
También formó parte de la Selección argentina, aunque con menor continuidad. Fue convocado para el Mundial de Inglaterra 1966 y disputó 18 partidos con la celeste y blanca, además de participar en la Copa América 1975.
En los últimos años, Gatti vivía en España y participaba como panelista en programas deportivos, sin perder su estilo provocador. Su salud se había deteriorado en los últimos meses, especialmente tras una operación de cadera en 2024, luego de un accidente doméstico mientras paseaba a su perro. La intervención se complicó con una infección que derivó en un cuadro respiratorio grave.
Ya en 2020 había estado al borde de la muerte por coronavirus. En ese momento, se rió de los rumores sobre su salud con una de sus frases más recordadas: “Me han matado en todos lados, pero yerba mala nunca muere”.
A mediados del año pasado también sufrió un duro golpe personal: la muerte de su esposa, Nacha Nodar.
“El Loco” fue único. Atrevido bajo los tres palos, impredecible fuera de la cancha, carismático, verborrágico, amado y odiado, pero siempre inolvidable. El fútbol argentino pierde a uno de sus personajes más singulares.